jueves, 20 de septiembre de 2007

SUMIRE VERSUS HILDEBRANDT: EL RACISMO EN SU MAXIMA EXPRESION


La Constitución Política del Perú, en el Título I “De la Persona y de la Sociedad”, Capítulo I “Derechos Fundamentales de la Persona”, textualmente en el Artículo 2° señala que “Toda persona tiene derecho a: … Item 2: La igualdad ante la Ley. Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole”. Y en el item 19 añade: “A su Identidad Etnica y Cultural. El Estado reconoce y protege la pluralidad étnica y cultural de la Nación. Todo peruano tiene derecho a usar su propio idioma ante cualquier autoridad mediante un intérprete. Esto lo hemos escuchado hasta el cansancio, sobretodo en el ámbito académico y teórico, pero en la practica, la cosa es muy diferente. Todo hace indicar que en la práxis los peruanos, si bien somos una cultura multiracial conformados por cientos de etnias, empero existe un racismo soterrado y a veces manifiesto, al propio estilo nazista. Nadie puede negar esto, y cada grupo lo hace a su manera dependiendo del lugar donde se encuentre, siendo utilizado muchas veces como una forma de bajar la autoestima a la persona despreciada, humillándola, obviamente por su orígen o simplemente como un insulto a su condición étnica, cultural y hasta económica. Frecuentemente somos testigos que cuando dos personas se encuentran en una trifulca de insultos, sale a relucir su arma más despreciable, el de proferir el clásico epíteto “chola” a la contrincante, estando en la misma condición étnica de la otra persona, esto es ambas son del mismo origen. Claro, parece risible, pero al mismo tiempo nos sirve como indicador del modo cómo nos despreciamos entre nosotros mismos, ponemos por los suelos nuestra identidad cultural, como si fuera un grave pecado mortal el de apellidarnos, Catashunga, Mayanchi, Mashacuri (que ahora es usado como sinónimo de bandido), Cahuachi o llevar un apellido de origen andino, como Quispe, Condori o Mamani. Crasso error, pues muchos de nuestros hermanos que tienen estos originales apellidos, que por su puesto son parte de nuestra identidad, están sufriendo una especie de metamorfosis nomini (cambio en el nombre) para no sentirse marginados o “palteados”, según la jerga de los “pituquillos”. Por ejemplo, tenemos el caso del apellido Ahuanari, que se ha convertido para algunos en “Ahu”, o el de Shapiama que paso a Chapiama (algo afrancesado) o el Ricopa que hoy se escribe y pronuncia como Ricop, el de Canaquiri que paso a “Danaquiri”, y así podemos ir enumerando una cantidad de apellidos propios de nuestra región que han venido cambiándose. Lo mismo sucede cuando un selvático se traslada a la costa, lo miran como bicho raro o es objeto de remedo, cuando habla con esa fonética propia de nuestra tierra, y lo peor de todo, se siente avergonzado. ¡Qué barbaridad! Tanto ha llegado el racismo estúpido a nuestra cultura, que existen padres de familia, o gente del mismo entorno familiar o amical, que se ponen reacios cuando sus hijos o parientes desean contraer nupcias con una persona que lleve un apellido nativo, como si el amor sólo existiera entre aquellos que fungen apellidos patronímicos de la alta alcurnia. Si es Leveau, o si es Cerrutti o si es Niño de Guzman o Ladron de Guevara o si se apellida Cohen, Mufarech, Milanovich, Brown, Henrich, etc., “está permitido, no son cholos y deben casarse, para mejorar sus razas” ¡Qué tal raza!, por decir lo menos, ante semejante absurdo. Pero es así, cómo entre nosotros mismo nos despreciamos, al estilo de las mismas parias de la India.
Pero la cosa se agrava más aún cuando consideramos que quienes son los garantes y los promotores de los derechos humanos que proclama la Carta Magna, entran en este dime y direte con ribetes de racismo, tal como el Perú entero fue testigo la semana pasada de la actitud confrontacional hacia una congresista que es hija de Puno y otra que es hija de… hija de la “noble estirpe”, seguramente porque ostenta un apellido rimbombante de origen judeoalemana despreciando a la de origen andino. Qué triste espectáculo dio esta última, considerada hasta entonces como la congresista más culta, demostrando que no sabe tolerar cuando alguien piensa diferente a ella, llegando incluso al insulto y no contento con ello, como último recurso de defensa, saca a relucir sus pergaminos académicos y sus logros laborales, como demostrando su pseuda superioridad no sólo en el apellido sino también en lo intelectual combinado con lo hepático. Felizmente, la congresista Sumire supo ser más tolerante y más equilibrada, porque si le hubiera salido su punazo, no se qué cosa hubiera pasado. La Constitución Política es clara cuando manifiesta, que “todo peruano tiene derecho a hablar su propio idioma”, que para nosotros, por cierto, no sólo es un patrimonio cultural sino un legado ancestral. Ojo, no estamos en contra de la doctora Hildebrandt, lo que criticamos es su actitud intolerante, atrevida e impenitente, que confunde la franqueza con la falta de respeto. Esto quizás sea el reflejo del racismo disimulado que para muchos permanece sotto voce (en voz baja), como una forma hipócrita de la convivencia multirracial y que con la señora Hildebrandt se dejó sentir abiertamente. A este punto apoyamos la iniciativa de algunos legisladores que están buscando dar una sanción ejemplar a estos tipos de pataletas que no contribuyen en nada a la alicaída imagen de nuestro respetable Congreso de la República. Recuerde, culta señora, que hablar en quechua no es una huachafería, sino una expresión cultural, existencial e histórica de nuestro Perú profundo. AMEN.

FELIPE SANCHEZ RAMIREZ
Reg. Gremial Nº 8316 ANP
Iquitos septiembre de 2007


1 comentario:

Aruma dijo...

De casualidad encontré ésta página y me gustó este articulo. Es verdad, vivimos en un pais que mientras no se reconozca, mientras no asuma su identidad, mientras no tenga autoestima seguirá siendo un pais tercermundista. la señora Hildebrandt es culta si, pero está desfazada, es tan chola como cualquiera de nosotros y eso no debe hacerla sentir menos, pero por lo visto es así, sino no tendria razón de sacar a relucir su dizque apellido judioalemán, como si además eso fuera símbolo de superioridad, disculpen pero eso si que da asco. Además donde han visto a un judio alemán con los rasgos tan peruanos como los de ella y los de su hermano?
A pesar que ya pasó un tiempo de aquel espectáculo ridículo de la tia, igual da rabia acordarse de sus ínfulas de marciana porque para mi ser blancos o negros o chinos o trigueños solo es cuestión de MELANOCITOS.